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El arte de dar feedback en equipos multiculturales

  • hace 2 días
  • 3 Min. de lectura

Del aula al choque cultural


“Profe, usted es muy alemana.”


La primera vez que escuché esa frase de un alumno no entendí lo que quería decir. Años después comprendí que se refería a mi manera directa de criticar: algo natural para mí, pero un choque cultural para muchos de ellos.

Fui docente de alemán durante diez años, además de dirigir teatro estudiantil y coordinar clubes de lectura y cine con debates filosóficos en mi idioma nativo. De esa experiencia podría escribir un libro: fueron miles de alumnos y cada clase se convirtió en un laboratorio de interculturalidad. Siempre he buscado estimular el pensamiento crítico y, en ocasiones, con un estilo bastante “alemán”.


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La escala invisible de la crítica


Existen culturas más directas —como la alemana, la holandesa o la rusa— y culturas más indirectas —como la japonesa, la coreana o muchas latinoamericanas—. Esta diferencia se hace evidente en la forma de dar retroalimentación.

En Alemania, la crítica negativa directa se percibe como una obligación del educador: señalar errores de manera clara y compartirlos con el grupo para que todos aprendan. Para nosotros, nadie debería tomárselo de forma personal. Yo misma me formé en este ambiente, aprendiendo a separar la crítica de la identidad.

Por eso me sorprendió tanto, en mi primera performance review, descubrir que este “regalo” de la crítica directa no era bien recibido por mis alumnos. Lo que para mí era apoyo, para ellos era dureza. Ese choque se convirtió en una lección: no bastaba con transmitir mi cultura, tenía que aprender a traducirla.



¿Regalo o cachetada?


La autora Erin Meyer lo describe bien: el feedback puede sentirse como un regalo o como una cachetada.

Solemos pensar que entender una cultura distinta se reduce a aprender el idioma o buscar en internet “los 10 consejos para adaptarse…”. Pero la traducción real va más allá de las palabras: se trata de comprender el significado que hay debajo.

Gary Chapman, en Los 5 lenguajes del amor, sostiene que las relaciones exitosas dependen de hablarle al otro en el lenguaje que entiende. Con el feedback sucede lo mismo: lo que para mí es tough love puede sentirse como un golpe que daña la relación.



El arte de traducir culturas


Escuchar y observar son las claves para descifrar cómo la otra persona se comunica.


  • Culturas directas: usan upgraders (“absolutamente”, “totalmente”, “esto es absolutamente inaceptable”).

  • Culturas indirectas: prefieren downgraders (“un poco”, “tal vez”, “aparentemente”).


Esto puede provocar malentendidos incluso entre personas que hablan el mismo idioma. Un “Por cierto, quería comentarte algo…” puede ser, en ciertos contextos, un feedback muy importante. Un alemán o un holandés, acostumbrados a la frontalidad, quizás lo descarten como irrelevante.

Lo que parece anecdótico puede tener consecuencias serias: equipos desmotivados por líderes insensibles, expatriados que regresan antes de tiempo, proyectos retrasados o renuncias evitables.



Dos estilos en contraste


  • Crítica negativa directa: colegas que se dicen las cosas de frente, sin adornos ni necesidad de la técnica del “sándwich” (algo negativo entre dos positivos).

  • Crítica negativa indirecta: colegas que critican con suavidad, diplomacia, o solo en privado.

Ambos estilos funcionan, pero en contextos distintos.



Lecciones para líderes


  1. No asuma que la otra persona interpreta el feedback igual que usted. Lo que aquí se ve como cercanía, allá puede sentirse como dureza.

  2. Observe y escuche antes de corregir. La clave no es suavizar o endurecer el mensaje, sino traducirlo a la cultura del otro.

  3. Convierta las diferencias en ventaja. Equipos multiculturales no fracasan por diversidad, sino por falta de sensibilidad en la comunicación.



Conclusión


Dar feedback no es solo cuestión de amabilidad o rudeza. Es cuestión de traducción cultural.

El reto para los líderes globales no está en suavizar ni endurecer su mensaje, sino en hacerlo entendible para quien lo recibe. Porque en la forma de comunicar —más que en el contenido— se juega la productividad, la retención del talento y, en muchos casos, el éxito o el fracaso de un equipo multicultural.


 
 
 

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