El nervio nunca se va —pero el propósito puede hacerlo tu aliado
- hace 5 días
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Aprender a hablar en público no fue natural para mí. Fue incómodo, desafiante y, durante mucho tiempo, una lucha más mental que técnica. No era falta de ideas; era esa voz interna insistente: ¿y si no soy suficiente? ¿y si fallo? Ese diálogo silencioso es, para muchos profesionales, la barrera más grande para compartir su conocimiento y potenciar su liderazgo.
Con el tiempo entendí algo fundamental: Muchas veces no es la audiencia quien nos intimida, sino nuestros propios pensamientos. Cuando uno deja de ser la piedra en su propio camino, se abre la puerta al crecimiento, la visibilidad y la influencia.
Hoy hablar en público no solo forma parte de mi trabajo: Es una de las columnas vertebrales de mi trayectoria profesional.
De forma continua, facilito espacios de aprendizaje, conferencias y entrenamientos —presencialmente o virtualmente, con públicos pequeños o auditorios llenos— compartiendo herramientas reales sobre liderazgo, cultura organizacional e inteligencia cultural.
Y quiero ser clara: el nervio nunca desaparece por completo. Simplemente, ya no dirige la conversación. Elegí que mi propósito sea más grande que mi miedo.
Cada vez que comparto un mensaje frente a una audiencia, confirmo la misma verdad:
El valor de comunicar no está en el escenario en sí, sino en la conexión humana que se construye cuando decidimos mostrarnos.
Después de años combinando formatos virtuales, híbridos y presenciales, hay algo incuestionable: nada reemplaza el contacto humano directo. Las preguntas en vivo, las expresiones del público, la energía compartida en una sala y las conversaciones espontáneas… todo eso sigue siendo insustituible. La tecnología conecta, sí, pero la presencia transforma.
Claves para superar el miedo y fortalecer la presencia
• Practique más de lo necesario. La seguridad no es talento, es preparación.
• Cambie el foco: no impresionar, sino aportar. Cuando el objetivo es servir, el miedo pierde poder.
• Acepte el nervio como parte del proceso. La confianza se construye conviviendo con él.
• Cuide su presencia física. Voz, postura y respiración comunican antes que cualquier palabra.
• Sea humano. La perfección no inspira; la autenticidad, sí.
Hablar en público no se trata solo de transmitir información. Es ejercer liderazgo: abrir espacios de reflexión, provocar nuevas preguntas, impulsar acción y construir significado colectivo. Cada escenario —grande o pequeño— es una oportunidad para influir positivamente.
Si hoy algo le está deteniendo —una idea, una presentación, una historia que merece ser contada— recuerde:
El mundo necesita voces que construyan. Atrévase a que la suya sea una de ellas.



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